A los escritores nos encanta categorizar cosas. Lo hacemos todo el rato. Decimos: escribo terror gótico, o escribo solarpunk, o escribo romántica con mafiosos. A nuestros personajes les sacamos el horóscopo, el MBTI, qué disco de Taylor Swift son y, antes de que la autora se destapara como el ser humano terrible que es, hasta les metíamos en casas del colegio de magia que no vamos a mencionar.
Nos categorizamos a nosotros mismos. Si has tenido contacto con la comunidad literaria de internet, habrás oído hablar de las Dos Grandes Categorías: mapa o brújula. George R.R. Martin lo llama “jardinero o arquitecto” y, si abandonamos el terreno metafórico, seguimos teniendo las dos opciones: escritor planificador y escritor descubridor. Fácil, ¿no?
¿Planificas o te guías por la intuición?
Como todo en la vida (y en la escritura, que es lo mismo) quizás la respuesta no sea tan sencilla. Y quizás categorizar tanto no sea buena idea. Está bien explorar y descubrir qué métodos de escritura te benefician más, pero hay cierto peligro en identificarse tanto con una de estas categorías que puedes quedarte anquilosado en ellas. Estas dos posturas, al fin y al cabo, no están tan distantes como parece, ambas pueden beneficiarte en cada momento y lo más seguro es que ya estés mezclando ambos tipos de pensamiento.
Posiblemente te habrán dicho alguna vez que un escritor de verdad planifica. Son siempre afirmaciones ultracategóricas que casi parecen más un mandamiento. Planifica, o no serás escritor de verdad. Si tu novela se cae a trozos en la mitad, es por no haber planificado. Planifica cada detalle, cada capítulo, cada escena. Hazte escaletas. Compra plantillas de escaletas. Mide y mide cada detalle de la historia.
¿Estoy exagerando un poco? Sí, pero no. Yo he leído estas cosas. Y soy una loca de la estructura, pero, ¿qué pasa si tengo que hacer una escaleta?.
Cuando estaba en la universidad y quería ser guionista (cada cual con su pasado oscuro) me encontré con este proceso para llevar una historia al papel. Primero tenías que hacer la sinopsis. Luego tenías que hacer el argumento. Luego el tratamiento. Luego ya, sí, por fin: el guion. Lo que pasa era que cuando llegaba al guion de verdad ya me había aburrido de la historia. Tenía todo tan encorsetado que ni los personajes, ni la trama, ni nada parecía estar vivo, y todo lo que escribía tenía un efecto checklist.
Si planificar no es lo tuyo, este es uno de los monstruos que pueden asaltarte en el camino. Y tal vez una de las razones por la que nunca terminas el manuscrito es porque crees que eres mapa, pero no.
Puede que hayas oído que ciertos escritores muy famosos son brújula. Tal vez pienses que el verdadero genio narrativo es el que se guía sólo por el impulso y la intuición, que una estructura hará tu obra formulaica y que lanzarse a escribir sin ningún tipo de preparación es lo que hace el proceso realmente emocionante, y todo el mundo debería hacerlo, o saldrá una historia aburrida.
Y sí, pero no.
El riesgo que corres si te metes en el bosque en la oscuridad y sin saber por dónde está el camino ni cuanto se tarda en salir es, efectivamente, que te coma un oso. El oso se llama Bloqueo Escritor y puede ser un enemigo temible del que nada te rescate.
Cuando era joven y emo (antes de la universidad, ahí ya había dejado de ser emo) yo escribía así. Y estaba bien, lo disfrutaba, me gustaba, la historia estaba viva y los personajes también y todo era emocionante porque no sabía lo que iba a pasar, hasta que… no sabía lo que iba a pasar. Y de tanto no saberlo me quedaba mirando el cursos parpadeando y al final cerraba el documento y abría uno nuevo que se llamaba: historia284.doc y me ponía con algo nuevo.
Hasta que venía otro oso, ya sabes.
¿Y cuál es la solución mágica?
No creo que existan escritores que sean puramente mapa, ni escritores que sean puramente brújula. A día de hoy, yo me considero mucho más intuitiva que planificadora, pero de todas formas me sé ciertas estructuras de guion de memoria y las tengo tan interiorizadas que las aplico sin pensarlo. Así sé que, si paso por donde está el oso, tengo que correr, y que puedo ir más despacio cuando llego a la orilla del lago si quiero ver el atardecer.
Si todavía no sabes si eres mapa o brújula, o crees que no eres ninguna de las dos, te dejo unos truquitos que quizás te funcionen para encontrarte en el término medio:
Estudia estructura. Mi bestie Ray Bradbury escribía por intuición, pero mi bestie Ray Bradbury también era un gran lector de todo tipo de obras: ensayo, poesía, teatro, todo. Te valen pelis, te valen series, te vale cualquier cosa. Desmenúzala y busca qué funciona y qué no. Piensa en el ritmo, ¿cómo quieres que sea tu historia? ¿Quieres una llena de acción? Entonces lee thriller. ¿Suspense? Lee terror. ¿Quieres algo lento e íntimo? Disecciona una peli de Ghibli. Mira y copia, y luego descarta lo que no te sirve.
Confía en tu intuición. Cuando escribes, si escribes de verdad, entras en ese estado mágico llamado flow, cuando básicamente algo dentro de ti toma el control y la historia y los personajes van solos. Si se salen de tu plan, fantástico, déjalos. Deja que hagan lo que quieran. Si luego no funciona, siempre puedes volver atrás y recortar y rehacer.
A mí me pasó con una novela (la de zombis no, la otra) que tenía pensado cómo llegar al desenlace y, en el final del segundo acto, los personajes empezaron a tomar Otras Decisiones. Yo les dejé que hicieran lo que quisieran, aunque doliera un poquito (más le dolió al protagonista, que se llevó un par de golpes) y fue perfecto. Todo hizo click cuando tenía que hacerlo.
Márcate sólo un par de puntos. Si una estructura muy cerrada te asfixia y la falta total de estructura te hace acabar siempre en la cueva del oso, puede que sólo necesites tres carteles en tu camino que te digan «¡POR AQUÍ!» para ir tirando. ¿Esas partes de la historia que tantas ganas de escribir tienes y que te vienen a la mente nada más tener la idea? Anótalas y ordénalas, y piensa que siempre podrás reordenarlas.
Una vez tienes eso, sólo queda rellenar huecos.
Si quieres tener las mínimas partes pensadas, yo te recomiendo el Punto Medio (para no perderte por el segundo acto) y la Ruptura al Tercer Acto (para ver cómo y por dónde ha evolucionado tu personaje al llegar al final).
Planifica después. ¿Suena contradictorio? Es muy útil anotarte en un documento, después de haberlo escrito, cada capítulo y cómo ha avanzado la historia en ese trocito que ya llevas. A lo Hansel y Gretel, dejas tu rastro para poder volver atrás si no te convence el último giro que has tomado y, además, ¡ya lo tienes listo para revisión!
Escribe relatos. En serio, escribe muchos relatos. Y hazlos todo lo cortos que puedas, además. La gracia de esto es que son tan breves que no te vas a preocupar por si planificas o te pierdes, porque con un resumen de tres frases ya tienes todo lo que necesitas y te deja la amplitud para desarrollar y que se te vaya de las manos (a mí me pasa siempre). Además, llegas del principio al final en muy poco rato, por lo que puedes practicar el ritmo y la mini-estructura hasta interiorizarla bien, y luego te resultará más fácil usarla en una novela, un capítulo, o una saga de siete libros.
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