Ves esta imagen e inmediatamente sabes de qué estamos hablando. Pocos ejemplos hay más claros y sencillos: esto es la imagen de apertura. Con un fotograma (¡uno!) se abre la historia, te deja entrar y te ilumina el camino. Una galaxia muy, muy lejana (nos sitúa en el espacio, es decir, género especulativo: estrellas, naves, etc), hace mucho tiempo (nos suena a cuento, a leyenda, y acerca a nuestra realidad esa galaxia tan, tan lejana). Es un inicio con una fórmula que nos suena a «Érase una vez» (a caballeros, princesas, castillos y villanos) y la música nos da el ingrediente secreto: vamos a lo grande, acción, heroísmo.
Si alguna vez has buscado consejos de escritura, te habrán dicho que el inicio es fundamental. La primera página de tu novela (cuento, relato, guion) sirve para saber si el resto vale la pena, o no. Así que tiene que ser espectacular y enganchar y fascinar al lector. Y, además, hacer una promesa que sí o sí tienes que cumplir, porque si luego no das lo que has prometido viene lo de defraudar expectativas, o elementos que salen de la nada, o lectores que se sienten engañados.
Sin presiones.
Todo esto es un poco verdad, pero también un poco exagerado. Y pensarlo así no nos beneficia en nada como escritores. Pero si vemos la historia como un todo es más fácil entender por qué nos gusta que los principios sean así: significativos y capaces de hacernos una promesa. En cine, se dice mucho que se debe “empezar con un bang”, pero Maggie Stiefvater decía en un seminario de escritura que a ella le gusta empezar con una pregunta, con una puerta entreabierta.
Imagínatelo así: te encuentras esa puerta, te acercas a esa puerta, te asomas a esa puerta. ¿Qué ves? ¿Está oscuro, hay mucha luz, llueve? ¿Cantan los pajaritos, hay silencio, crujen las ramas? ¿Quién está al otro lado? ¿Cómo es el camino que se intuye más allá de esa puerta? Tu historia, con todos sus giros y túneles, subidas y bajadas, empieza ahí, y cambiará según la vayas recorriendo, pero el camino que eliges (y lo que decides llevarte para emprenderlo) ya te dice mucho. Tienes que situarte, eso lo primero. Y luego ya vendrán las sorpresas.
A mí, que escribo un poco dejándome llevar por las “vibras” de la historia, la imagen de apertura me parece muy útil, y me parece también un beat que puedes disfrutar, una especie de juego para ver cómo eres capaz de dibujar el universo de tu historia con la mayor brevedad posible. Cuando presentamos la historia establecemos muchas cosas, y todas a la vez: el tono, la atmósfera, el estilo, el mundo, los personajes, el lugar. Y lo hacemos de forma activa, con movimiento, y con brevedad.
La imagen de apertura es un beat único, es decir, dura sólo una escena, o capítulo. Puede ser tan breve como una frase. Por eso no sólo nos sirve para escribir una novela (o una peli, que esto es una estructura de guion), nos sirve para relatos, nos sirve hasta para canciones.

Cuando empecé mi curso de relato, yo ya me sabía la estructura de Blake Snyder, pero ponerla en práctica tanto me ayudó mucho a entenderla de verdad. La imagen de apertura es contundente: visual, rápida y eficaz. Vamos sin rodeos a lo importante: sobre quién es esta historia, por qué, dónde y cómo.
Las carreras de Escorpio de Maggie Stiefvater, empieza así: «Hoy es primero de noviembre, y alguien va a morir», y continúa describiendo la playa, las nubes, el mar, los caballos, los participantes de la carrera, la sangre en la arena húmeda. Conocemos al protagonista, pero, más importante, conocemos la isla de Thisby donde se desarrolla la historia y que realmente lleva el peso de todo. La ambientación y la atmósfera están logradas desde el minuto uno, y por eso quieres seguir leyendo.
Steelheart, de Brandon Sanderson, empieza así: «He visto sangrar a Steelheart», y continúa con David, el protagonista, contando cómo. Este prólogo te genera mil preguntas (¿por qué Steelheart no sangra?, ¿por qué esta vez sí?, ¿quién es?, ¿qué hace?) y en un momento le da a la novela un estilo rápido, palomitero, muy activo.
Shrek (2001) empieza mostrando un libro de cuento de hadas, un escenario de cuento de hadas, una música de cuento de hadas… y rompiéndolo con la imagen del protagonista saliendo del baño y con la música, porque esta película va de romper con los cuentos, y con las expectativas que tenemos sobre ellos, y con las primeras impresiones.
En un relato (o cualquier otro formato corto) vamos a tener un espacio muy reducido para hacer esto, no más que una frase, un párrafo como muchísimo. «Todos los días pienso en Adela», así empieza “La casa de Adela” de Mariana Enríquez (que estamos analizando esta semana en Summer Tea), y luego describe un poquito a Adela de una manera inquietante. No necesitas nada más, las preguntas ya están ahí (¿por qué piensa en ella?, ¿por qué piensa en ella así?), el tono ya está ahí, la atmósfera ya está ahí.
En una novela tenemos más tiempo para desarrollar este inicio, más espacio para recrearnos en la imagen. Si no sabemos hacia dónde va la historia (y eso está bien), pero sabemos qué queremos contar y cómo, con eso es con lo que vamos a pintar el principio.
¿Es divertido? Sí. ¿Es fácil? No siempre. Especialmente si no has descubierto del todo el tono o el tema central de lo que estás escribiendo. Yo he reescrito 284 veces la novela que estoy terminando de corregir ahora porque no me gustaba el principio, y no sabía cómo hacer que me gustara. Claro que la novela es un batiburrillo de cosas (romcom y zombis y thriller) con tonos muy diferentes y lo que se me hacía difícil era encontrar el centro, ¿qué hay debajo de todas estas capas? Tardé mucho en entender que, sí, es una historia divertida, rápida, con acción y palomitas, pero el fondo es mucho más agridulce de lo que yo pensaba.
Y hasta que no hice un profundo soul searching y entendí de qué iba de verdad esta historia, no fui capaz de darle el principio que pedía.
Con la otra novela me pasó lo contrario: desde el principio tenía claro adónde iba, y cuando me asomé a la puerta de esa historia siempre vi la carretera, los arcenes, la lluvia y los girasoles. Los faros de un coche caro, y a los protagonistas en mitad de la escena.
Así que no tenemos que preocuparnos tanto, en realidad, porque el principio de nuestra historia sea espectacular y enganche y fascine al lector. O por no empezar con un cliché del personaje levantándose de la cama, o mirándose al espejo y describiéndose, o cualquiera de los principios que siempre te dirán que no uses. Simplemente asómate a esa puerta, descubre y entiende qué es lo que vemos al otro lado: qué tonos hay, qué ambiente hay, cuál es el camino que parece que vamos a descubrir, y después síguelo. Y el proceso será mucho más orgánico y absorbente tanto para ti, que escribes, como para quien te lee.
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¡Gracias por leer!