Voy a spoilearte una película.
No merece la pena que la veas (como te voy a explicar ahora), pero por si acaso eres muy purista de los spoilers no te diré el título, sólo te cuento de qué va.
Resulta que en esta peli, una chica que huye de su pasado recibe una oferta de trabajo para ser niñera en una fantástica mansión inglesa, y hasta ahí todo bien. El problema: el niño al que tiene que cuidar es un muñeco. Ella, como es natural, al principio se cree que es una broma, pero los padres de la criatura y el chico que tienen contratado de mantenimiento siguen a rajatabla las normas para cuidar del muñeco como si fuera un niño real. Ahí sube la intriga, piensas: ¿estará vivo el bicho? ¿Será una maldición? ¿Murió y metieron al espíritu en el cuerpo de esa cosa? Hay una larga tradición cinematográfica de muñecos poseídos, todo puede ser. Y la cosa mejora cuando la protagonista obviamente rompe las normas y no cuida bien del muñeco, y entonces empiezan a pasar cosas raras que hacen que poco a poco dude de su cordura, le tenga miedo al muñeco y descubra que la realidad, que siempre ha parecido tan sólida y segura, esconde muchas cosas.
O eso parece, hasta que ¡BANG!, giro de trama, y resulta que toda la supuesta amenaza sobrenatural y todas las cosas raras y todo lo que podrías pensar del muñeco no es más que un engaño. No, boba, verás, la fuerza sobrenatural que casi lleva a la protagonista a un colapso nervioso es… pues un señor.
Sí, un señor, que estaba por ahí escondido.
Mis amigas y yo vimos esta peli como parte de nuestro Maratón Oficial de Pelis de Miedo Malísimas. No estaba en el programa, la encontramos por casualidad buscando qué ver y nos animamos, aunque tenía ligeramente demasiado buena pinta para el estándar de la noche. Estaba bien grabada, bien dirigida, bien editada, bien actuada y, parecía, también estaba bien escrita. Sin embargo, pecaba del peor fallo que puede cometer una obra de ficción: el plot-twist del Realismo(TM).
Y a pesar de que habíamos visto películas que tendrían mejor calidad grabadas en el parking del Mercadona con un Nokia360, la que menos nos gustó, de todas, fue esta. Hasta el 70% de la historia, más o menos, estábamos bien metidas en la peli y buscando ya dónde ver la secuela. Lo demás, fue pura decepción.

Después, fregando los platos, reflexioné un poco sobre por qué me molesta tanto que se use este recurso. Que un libro, película, relato, o cualquier tipo de obra de ficción termine con un golpe de realismo, destruyendo la fantasía que había construido antes. En parte, es porque deja una sensación parecida a la que se te queda cuando tu prima la mayor te dice justo en Nochebuena que los Reyes Magos son los padres1, pero hay un poquito más que eso.
Este tipo de giro de trama rompe el famoso pacto de la ficción. Ya sabes, ese acuerdo en el que yo, escritora, te digo que aquí hay dragones y tú, lectora, dices: «vale, cuéntame más».
Hay muchas maneras de romper el pacto, los escritores casi siempre caemos en ellas por desconocimiento, o por frustración, o porque tenemos doce años y acabamos de descubrir cómo funciona esto de teclear una historia. Todo ha sido un sueño2 al final rompe el pacto porque ni el desarrollo de personajes, ni la tensión y los riesgos en la trama han llevado a ninguna parte, a ningún cambio real. Si baja Angemon de los cielos y se carga al malo porque sí y sin previo aviso, rompe el pacto. Si cae una bomba nuclear y mueren todos porque sí, rompe el pacto.
El plot-twist de Realismo(TM) del que hablamos rompe el pacto también, pero en este caso no es por ninguna de las razones (en principio) que hemos comentado. En este caso lo rompe queriendo, lo rompe porque pretende ser una obra Profunda y Sesuda y Adulta, lo rompe porque la fantasía es para niños, lo rompe porque está escrito por alguien que se cree superior a sus lectores y al final te enciende la luz y te dice: «Qué tonta, te lo has creído». Rompe el pacto por no creer en las hadas.
Pero detrás de esta pretensión un tanto maliciosa, que puede convencerte si tú también quieres ser Profundo y Sesudo y Adulto, en mi opinión, se ocultan unas cuantas muestras de falta de confianza. Falta de confianza en la fantasía, falta de confianza en la historia y falta de confianza en los lectores (o espectadores, o receptores de la historia en general).
Lo primero lo cuenta Úrsula K. LeGuin mejor que yo. En Contar es escuchar no viene este ensayo, pero hay otro que hace referencia a él, y me ayudó a entender qué era lo que me molestaba de verdad sobre este tipo de giros. La imaginación, la fantasía, transfigura la materia oscura de la vida. A través de ella podemos reconocer algo que nunca hemos visto. Reconfigurar los hechos. Jugar a inventar algo a partir de muchas hechos y confiar en ese algo. Darle vida.

Y, si le damos vida, debemos confiar en ello hasta el final. No pasa nada si la historia a la que le das vida es realista, desde luego, el problema viene si en un principio no lo es, es una historia de fantasía, y luego, ay, cobarde de mí, me disfrazo de pretenciosa para decir que todo tiene una explicación lógica(tm) y que no, el muñeco no está vivo.
El muñeco siempre ha sido ese señor de ahí.
Si hacemos esto, estamos haciendo algo mucho peor que romper el pacto; le estamos robando al lector la oportunidad de reconocer eso que nunca ha visto. Como en esos creepypasta que pretenden darle una explicación macabra, pero realista, a los dibujos animados para niños y explicarte que la vida es así.
Pero yo no necesito que expliquen que la vida es así.
Yo he venido aquí, a leer, a que me mientan.
He venido a creer en las hadas y en los dragones, en Los Reyes Magos y en los hombres lobo, en que puede que un alienígena me abduzca o puede que se convierta en mi mejor amigo aunque tenga que esconderlo de mis padres. He venido a creerme que, bueno, igual ese muñeco sí que está vivo y que algunos ornitorrincos son agentes secretos.
Yo he venido aquí, a leer, a que me mientan para encontrar, solita, cuál es la verdad que envuelven todas estas mentiras a las que llamamos ficción.
Y a descubrir (yo) que la vida es así, sin condescendencias de por medio.
Cuando escribimos, es importante confiar en que la persona que nos lea encontrará un significado en la obra, sea el que pretendíamos o no. Quieren que les cuentes mentiras, así que dáselas con confianza de que se sostengan. Y, si el mejor medio para decir la verdad mientras mientes es con un muñeco que en realidad está vivo, confía también en la fantasía.
No seamos cobardes al escribir, sólo los valientes montan dragones.
Antes de nada, estoy súper contenta porque que han seleccionado un relatito mío para el número tres de la revista Pulporama!! Este número va sobre terror rual y me hace mucha ilusión porque es, probablemente, mi cosa favorita en el mundo. Ya os contaré más cuando tenga más detalles. De momento, sólo esto:
Por lo demás, si te ha gustado este post, eres fan de los dragones, has visto la película The Curse of Robert y te arrepientes, o tanto hablar de muñecos poseídos te ha dado gana de ver otra vez la saga de Chucky, puedes compartir este post para que llegue al mundo.
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O sí, pero será por una buena causa.
¡Gracias por leer y nos vemos pronto!
Basado en hechos reales.
De Resines.
Pensando mucho en cierta película de Shyamalan que peca de esto mismo con un resultado muy pshé.