¿Podemos decir que nuestros personajes son amigos imaginarios?
O el por qué desde febrero siempre me dan ganas de escribir cierta historia
Cuando era pequeña tenía un sueño recurrente. Iba sobre un chico (ocho o nueve años, los que tenía yo entonces) que venía de una familia de hechiceros súper poderosos. Él era el pequeño y era bastante tímido, en esos sueños me enseñaba la mansión de su familia (todo muy decimonónico) y me contaba que estaban pasando cosas raras alrededor.
Los sueños se continuaban, durante esa época estaba desando irme a dormir para que este chico me visitara y siguiera hablándome de la magia de su familia. Lo que pasó, con el tiempo, fue que unos hechiceros rivales empezaron a atacarles. Los sueños se transformaron en historias en las que tenía que ayudar a mi amigo a escapar de los otros magos, hasta que fue el único de los suyos que quedaba.
Después, un día, dejé de soñar con Gabriel.
Unos doce años después de eso me leí The raven boys de Maggie Stiefvater (leedlos) y esos sueños volvieron a mi cabeza. Si alguna quería escribir sobre Gabriel y su familia, pensé, tenía que ser en aquel estilo. Evidentemente lo intenté de inmediato, pero tenía veintiuno o veintidós años, me faltaban habilidades para escribir una historia así.
Desde entonces, siempre que empieza a oler a primavera pienso en Gabriel y pienso en su historia y me preguntó si este es el año en el que la escribiré.
Ya huele a primavera; no creo que este sea el año.
Un mes y pico después, todavía sigo medio resacosa por haber terminado los zombis. En parte porque me estuve leyendo el manuscrito completo durante febrero para hacerle la ultimísima corrección y enviarlo a sitios (ya está en sitios), en parte porque me he acostumbrado mucho a que Álex Parra esté en mi cabeza y no se ha ido, por el momento (tampoco quiero echarle, me cae bien).
No es época de viajes largos. Es época de viajes lejanos. Este mes he seguido con mi colección de relatitos de ciencia ficción blanda a la que (aunque tiene un título provisional de verdad) llamo cariñosamente aliens, robots y vallecanos. Por desgracia, en ninguno de los 13 relatos aparecen las tres coas a la vez, pero sí de dos en dos.
Febrero ha sido productivo para este proyecto, tengo 12 de los 13 relatos escritos (reescritos); es decir, he hecho nueve en este mes. Más o menos la mitad de ellos necesitan otro par de vueltas para encajar bien temáticamente y para estar a la altura de la otra mitad, así que ese será el plan de marzo. El que me falta (que es, en realidad, el número 3 (#vaporwavegirls)) es el único que tengo que empezar de cero. Siempre pensé en esta colección con un número de relatos impares: al principio eran 15, luego 11, finalmente se han quedado en 13 (y esto no es una referencia a Taylor Swift).

Cumpliendo mis propósitos, también he retomado el proyecto que Ali y yo teníamos medio aparcado y he escrito el capítulo que me tocaba después de no sé cuántos meses porque me da un poco de vergüenza contarlos. A principios de mes me releí todo lo que llevamos de proyecto y me volví a enamorar de la historia (para qué mentir, es muy guay), así que me puse con ella en cuanto se me despejó el tema relatos y el tema decoración de carnaval y el tema preparar Wildest Winters.
Esta historia, a la que llamamos #SpaceGrils (por la coña de las Spice Girls, aunque realmente debería llamarse #SpaceJuegosOlímpicos) está entrando en el segundo acto con carreras de naves espaciales, mucha tensión romántica entre muchos personajes y un montón de artículos de prensa que también escribiremos, porque es divertido. ¿Es optimista pensar que la terminaremos este año? No lo sé, porque vamos un poco a rachas, pero lo que sí sé es que tengo muchas ganas de verla entera.
Aunque huela a primavera, todavía sigue siendo invierno (y ha empezado a hacer frío otra vez, cosa que me parece cruel por parte de la naturaleza) y nosotras hemos empezado Wildest Winters, nuestro curso de poesía slam norteamericana. Tuvimos la primera sesión el domingo pasado (hoy, domingo 26, tenemos la segunda) y la verdad es que fue estupenda. Leer y escuchar los poemas en voz alta nos dejó súper emocionadas a todas y la discusión que salió de los textos hizo un poquito de lo mismo.
Además, en Desperate Literature han sido majísimxs con nosotras: nos pusieron flores y té y el huequito es tan bonito que te dan ganas de comprarte todos los libros que hay alrededor, que son muchos. La semana pasada me puse de espaldas a la balda con las novelas de Stephen King para evitar tentaciones, veremos esta.
Hablando de Stephen King, mi hábito lector continúa en buen estado de salud, gracias, y parece que he retomado mis dos propósitos lectores sin querer: leer un libro sobre escribir al mes y leerme todos los libros escritos por Stephen King jamás en la vida.
Este mes he hecho 2x1, así que por fin me he leído Mientras escribo (¿cómo no te lo habías leído antes?, preguntarás) y lo he disfruta muchísimo. Primero por la parte autobiográfica, que la lees y piensas ahhhh, es por esooo, segundo porque me gusta mucho cómo pone ejemplos de sus novelas a la hora de aplicar técnica y cómo habla de qué cosas no funcionaban y cuáles sí. Aunque los consejos que da no son especialmente novedosos, me gusta cómo habla de la escritura y la revisión y ese concepto de escribir como desenterrar un fósil.
Pero ya hablaremos más de esto otro día.
Como este hombre tiene más o menos 284 libros, también estoy leyendo (terminando) Christine (sí, el libro del coche demoníaco) y tengo que decir que me encanta. No sé si desde un punto de vista trama el libro es taaaan bueno como otros, pero lo estoy leyendo un poco más en modo “craft” que en modo lectora y disfrutando de cada descripción que acentúa la parte creepy del coche, del juego que hace con los narradores, de todo, ¡sólo quiero plagiarle!
Me leí, también, The golden enclaves de Naomi Novik, el libro que me regaló Yu en nuestro intercambio librero de enero. De los tres libros (no escritos por mí) que he leído este mes, es el que menos me ha gustado. A pesar de que los dos primeros fueron geniales, creaban un mundo súper interesante y tenían una estética de diez, este me ha decepcionado por varios motivos: al estar fuera del colegio, perdía ese rollo dark academia que lo caracterizaba, eso para empezar. Para seguir, siendo un libro que se caracterizaba por crear monstruos chulos y malrolleros de todo tipo, forma y tamaño… aparece el mismo bicho todo el rato. Y ya cansa. Luego está eso de hacer tanto build up a los secundarios en los dos primeros libros para que aquí salgan tan poco y la secundaria con más protagonismo sea un personaje que no le cae bien a nadie. Por último tarda tanto, taaaaanto en empezar a desarrollar la parte interesante que, cuando llega (acompañada por este personaje secundario que nos cae fatal), ya me he aburrido y ya no me importa. Tiene giros interesantes, sí, pero al final la sensación de una saga guay se queda en meh.

También me leí mis zombis, les doy un 10/10, pero no soy objetiva, como os decía, Álex Parra me cae muy bien.
Y, por si faltaban cosas este mes, ¡ha sido mi cumple! Así que puedes suscribirte como regalito de mis 29 y además te cuento que, cuando le dije a una alumna que cumplía twenty nine, me preguntó si eso significaba 99.
También puedes compartir este post si quieres que más gente se lea Christine, de Stephen King, porque no hablamos suficiente de coches poseídos en nuestro día a día, yo creo.
Y, por supuesto, puedes comentarme el post para felicitarme o para decirme cuál es tu libro favorito de Stephen King (mi top 3 son Salem’s Lot, El resplandor y el segundo de la Torre Oscura, con permiso de Firestarter) o para contarme si tus amigos imaginarios también se te aparecían en sueños cuando eras pequeña y acababan tan trágicamente como el mío.
¡Y nos leemos el mes que viene!