¿Qué es un buen lector beta y dónde encontrarlo?
Unas cuántas ideas sobre cuándo, cómo y con quién compartir tu escritura
Si escribes sabrás que dejar que te lean es, al mismo tiempo, emocionante y terrorífico. Hay un paso muy grande que das, como persona que escribe, la primera vez que dejas que alguien te lea, alguien que no está dentro de tu cabeza y no sabe por dónde has dado las puntadas para tejer eso que ha salido de tu teclado. Aunque la verdad, creo que ese paso se da un poquito cada vez que ofreces tu texto a una persona nueva, y lo haces medio con los ojos cerrados para no ver y medio sonriente por si ese momento, ese personaje, ese párrafo le hace sentir a otra persona lo que te hace sentir a ti.

Si escribes y ya has empezado a compartir tus textos y, además, quieres que echen plumitas y salgan del nido para volar por el mundo (es decir, quieres publicar), tal vez estés familiarizadx con el término «lector beta». Un lector beta es una persona que lee tu manuscrito cuando todavía está con los andamios puestos, una persona que te dice: «esto me gusta» y que te dice «¿pero por qué no llaman a una ambulancia y ya está?»1 y que te dice «no me pega mucho que le llame “gilipollas”, ¿has pensando en un insulto que suene más medieval?»2. Es (y todo el mundo está de acuerdo con esto) una persona necesaria en el proceso de escritura, porque necesitas que otros ojos vean tu texto, ojos nuevos, tú estás demasiado dentro como para ver que, efectivamente, pueden llamar a una ambulancia y ya está, igual que estás demasiado dentro para darte cuenta de que has escrito «muerta» cuando querías decir «puerta»3.
Así que no vamos a cuestionar el papel de los beta (lo que vamos a hacer es ponerles en los agradecimientos e invitarles a un chai latte), pero sí que vamos a hacernos una serie de preguntas al respecto de esta figura: 1) quién debe ser tu beta y 2) cuándo es el momento de invocarlos y darles el manuscrito bien atado con el lazo más bonito que hayas comprado en la sección de papelería del Milbbly.
Empezando por el final, lo que dice Stephen King en Mientras escribo es: «escribe con la puerta cerrada, edita con la puerta abierta» y a mí me parece un consejo que se ajusta a mi modo de escribir. Lo que él entiende por «escribe con la puerta cerrada» no es sólo el primer borrador, con todas sus chapuzas y sus pegotes de escayola y yeso y cemento a la vista; es el primer borrador ya repasado y pulido, con los símbolos brillantes y esa bonita moldura temática bien colocada en los techos. Es entonces y sólo entonces cuando abre la puerta (metafórica y literal) de su estudio y deja que la gente lea su manuscrito.
¿Por qué es esto? Bueno, por varias razones.
La primera es que Stephen King es un escritor principalmente de brújula y deja que la historia se desarrolle mientras escribe. Por poner un ejemplo, él mismo dice que nunca supo si Danny y Wendy saldrían vivos de El Resplandor, y que le sorprendieron. No nos aporta mucho entregar el manuscrito incompleto a alguien si todavía no sabemos qué va a pasar al final, o en el medio, o en el siguiente capítulo. Habrá elementos que parezcan importantes y luego no lo sean (y los eliminaremos), pero someterlo a opinión externa puede hacer que ese elemento que al final no te va a servir, gane más importancia de la que creías por escuchar una valoración demasiado pronto. Y deshacerlo después costará mucho más trabajo que si, simplemente, dejas que la historia fluya y la escuchas sólo a ella.
Y esta es la segunda razón: mientras escribes, lo mejor es escuchar a la historia (y a los personajes, que en el fondo es lo mismo). A la historia y a nadie más. Porque nadie más sabe lo que está en tu cabeza y nadie más la está viendo mientras se hace. El riesgo que corres aquí es que escuchar otras opiniones no te deje oírla bien a ella; lo que pide, lo que necesita. Y, al final, puedes acabar con una historia que no es la que querías. O no del todo.
Cuando yo estaba escribiendo los zombis, versión uno, compartía la historia capítulo a capítulo (en aquella época eran 12 y larguísimos, no los 66 más cortitos que han terminado en la versión final) y me gustaba mucho hacerlo así. Por un lado tenía comentarios rápidamente, y eran comentarios positivos, así que era gratificación instantánea. Por otro lado, mis amigas son muy listas y sus sugerencias eran siempre muy buenas. Muy útiles. Y, sin embargo, compartir la historia demasiado pronto fue una de las razones por las que se quedó en barbecho durante un año y medio.
Porque se acercaba el final y yo quería que les gustara. A ellas. Y no había manera de alcanzar las expectativas que yo misma me había puesto a su reacción. Quería que les gustara tanto que era imposible de escribir. Y una cosa (el confinamiento pandémico) llevó a la otra (crisis existencial) y acabé llorando por la calle mientras escuchaba a Taylor Swift.
Obviamente no fue por ellas, fue por mí y por dejar de escuchar a la historia. Ellas, de hecho, siguieron siendo fantásticas y haciendo sugerencias muy buenas que ayudaron a que, tiempo después, cuando conseguí volver a sintonizar la historia como debía estar, la terminara satisfecha al cien por cien. Pero, desde entonces, me gusta mandar las cosas acabadas. Sean 500 páginas o 3.
¿Y quién debe ser tu beta, entonces?
Bueno, depende. Habrás leído por internet, quizás, que los beta tienen que ser despiadados con tu obra y sacarle las tripas enteras, así que es mejor que sean desconocidos que encuentres por twitter y que no sean blanditos contigo. Si esto suena como un castigo, es porque lo es. Personalmente creo que es la peor decisión que podrías tomar jamás en la vida.
Un lector beta tiene que ser una persona que te pille4. A esto me refiero que, más allá de señalar lo obvio («PERO POR QUÉ NO LLAMAN A UNA AMBULANCIA»), sea una persona que sepa por dónde van los tiros del trasfondo de tu historia. La persona que te lee y dice: «esta historia va sobre nostalgia» y no la que dice: «No lo he entendido porque me ha parecido que un personaje era un alienígena»
Si estas personas son tus amigas, estupendo. Si es tu madre, estupendo también. Si es la camarera de la cafetería a la que vas con el portátil a escribir, pues que sea ella. Si son dos personas, pues son dos. Si son cincuenta; oye, genial por ti. Pero cuando encuentres a un beta de este tipo, quédatelo y cuídalo y valóralo y regálale flores. Se lo merecen.
Van a ayudarte a crecer muchísimo más de lo que crees que es posible.
Si has encontrado a tus betas perfectos e ideales, puedes compartir este post y mencionarles como modo de apreciación, porque esto no está pagado. Literalmente.
Si tú compartes tu novela capítulo a capítulo y te va bien y estás en desacuerdo conmigo y con Stephen King, deja un comentario y cuéntanos tus trucos para que te funcion bien la estrategia. Todo es probar en la vida.
También te puedes suscribir, si te apetece. O si quieres que te diga qué más cuenta Stephen King en su libro sobre escribir y así no te lo tienes que leer tú. O si el Stunt Fall te parece la mejor atracción de la Warner. O si acabo de descubrirte el Milbbly y ahora temes por tu cuenta bancaria.
Si, efectivamente, te preguntas que por qué no llamaron a una ambulancia, la respuesta es que no había razón ninguna, así que añadí el robo de un teléfono a los crímenes del señor que acababa de asesinar a un personaje. Eso ya es irredimible. Pero, para la próxima, mejor ambientar todas las historias antes de la invención de los móviles, #nocheochentera.
¡Gracias por leer y nos vemos a la próxima!
Siendo sincera, este comentario no me lo hizo ninguna lectora beta, fue mi prima mientras le contaba de qué iba el primer capítulo de mi novela. Me dejó en estado de shock durante una semana. Un besito, Nerea, gracias.
La lectora beta que hizo ese comentario is me, hi, i’m the problem it’s me.
y «mortería» en vez de «portería» porque la m y la p son lo mismo para mí.
Lo digo yo, pero también lo dice Stephen King en Mientras escribo, así que creedle a él que es millonario.