En enero del año pasado me propuse leer un libro sobre escritura cada mes.
Era un plan estupendo, yo tenía muchas ganas de aprender y en mi (otro) propósito de leerme todos los libros de Stephen King jamás escritos1 también entraba Mientras escribo, así que tenía ahí el 2x1, y todo bien.
Fracasé estrepitosamente.
Hace unas semanas comentaba que 2022 ha sido el año en el que más he escrito en mi vida. También ha sido uno de mis peores años lectores. Echando la vista atrás, sí que leí un par de libros sobre escritura: Save the cat! Writes a novel de Jessica Brody, porque es una estructura que me apasiona, y dos de Austin Kleon: Show your work y Steal like an artist.
Fueron tres, no doce. Y los tres en junio, no mensualmente.
Y la verdad es que hasta que no me puse a pensar en cómo escribir este post no recordaba que tenía ese propósito marcado para 2022.

Lejos de manuales de grandes y no tan grandes maestros, no siento que este año no haya aprendido sobre escritura. Me atrevería a decir lo contrario: 2022 ha sido un año en el que un montón de ideas y descubrimientos y procesos de aprendizaje que llevaban su tiempo en marcha han cristalizado de golpe.
He pensado mucho en cómo y por qué ahora, dice Irene que dijo María Fernanda Ampuero en una charla que no se puede enseñar a escribir, porque nadie te puede enseñar con qué obsesionarte. Pero sí que se puede aprender, es decir, hay muchas cosas que podemos hacer para evolucionar y crecer y mejorar como escritoras. Con o sin manuales de escritura, o clases magistrales, o vídeos de YouTube con mil millones de tips2.
¿Qué puedo hacer yo, entonces, para aprender a escribir?
Escribir. Suena muy obvio, pero es esencial. En el mini-curso de Summer Tea hablábamos el primer día sobre cómo empezamos a escribir y qué procesos seguimos. No te encuentras a la primera, y no vas a saber manejar todos los recursos a la primera. Es normal, todo tiene un proceso, y los procesos son lentos.
Según escribes, encuentras (cada vez con más facilidad) qué te gusta y qué no, qué te sirve y qué te sobra, qué quieres decir y cómo, qué camino te va bien y por dónde no quieres ir.
Así que escribe, sin miedo y sin presiones y por el simple placer de hacerlo. Y escribe de todo: relatos, poemas, diarios, tonterías, tweets, novelas, todo. Juega3, prueba, cambia, copia, pega.
Y a ver qué pasa.
Experimentar. Decía que este año he leído muy, muy poco, pero si tuviera que quedarme con dos libros que sí he leído uno sería El resplandor de Stephen King y el otro sería Night sky with exit wounds de Ocean Vuong. Es un libro de poesía, que no es lo que suelo leer, pero fue un poquito mágico para mí.
Igual si no me lo hubiera leído, no se me hubiera ocurrido que podía escribir poemitas con el tema de cada capítulo de mi novela cuando estaba bloqueadísima.
Cierto, lo hice sólo con los tres primeros, porque me funcionó y ya no me hizo falta. Si esos poemas son buenos o malos o regulares o qué, no importa, porque me sirvieron para avanzar y aclararme y fueron parte del proceso de aprendizaje.

Compartir. Y con esto no quiero decir que compartas tus textos y tengas 284 lectores beta y hagas caso a todos y cada uno de los comentarios y críticas de lo que escribas, no.
De eso ya hablaremos otro día.
Comparte el hecho de escribir. Escribe con gente y habla de sus procesos, compáralos con los tuyos, prueba si te funciona lo que hacen, o no, o a medias. Escucha cómo otras personas escriben y leen. Siempre he hablado de que el curso de relato me enseñó mucho, pero creo que el temario fue lo de menos. Aprendí porque me forzó a escribir, y a escribir mucho, y porque compartí lecturas y comentarios con el resto de mis compañeros.
Cuando esta primavera nos inventamos esa locura de Summer Tea empecé a leer de una manera diferente y a aprender mucho más de cada texto por compartirlo y desmenuzarlo con muchas personas y diferentes perspectivas.
Leerte. Porque ahora es cuando os cuento que he mentido, con eso de que el año pasado no leí nada. Porque me leí a mí misma. Mucho. Muchísimo. En parte porque he corregido dos novelas; también porque este verano recopilé todos los relatos que había escrito desde 2014 o así y me los metí en el kindle para investigar qué había ahí.
Sin juzgar, sin intención de corregir, por el simple gusto de ver cómo y por dónde y cuándo había evolucionado mi escritura.
Me sorprendieron algunas cosas, y otras no me gustaron, y otras me dieron ganas de retomar ideas corriendo. Porque ver tu recorrido siempre va a ayudarte a saber por dónde progresar, y a descubrirte, a lo mejor, temas que te interesan y que no te habías dado cuenta de cuánto reaparecen, o de por qué dejan de reaparecer y cuándo.
Dejarte llevar. Tenemos la falsa ilusión, escritores, de que controlamos lo que hacemos. Esto sólo es verdad hasta cierto punto y en ciertos momentos, y es frecuente que la lucha por mantenernos “al mando” de lo que escribimos nos lleve al bloqueo, o a perder el potencial de alguna historia, o a forzar cosas que no tienen que ser así.
A principios de 2022 estaba súper frustrada en el curso de relato porque no conseguía que ninguna historia “naciera” con fluidez. Estaban todas un poquito disecadas. Y no entendía por qué.
El por qué era muy sencillo: estaba escribiendo una novela tan absorbente que no quería hacer otra cosa, y me molestaba tener que abrir un documento distinto en mi Word para inventarme un relato esa semana que no tuviera nada que ver.
¿Pero y si sí tenía que ver? En cierto momento, empecé a hacer relatos “parecidos” a la novela. Y entonces sí que salieron, fácil. Preocuparnos por estar “escribiendo siempre lo mismo” es, en el fondo, cortarnos las alas para explorar una idea o un tema desde muchos ángulos y puntos de vista, en diferentes formas. A lo mejor necesitamos quedarnos en ese estado hasta que consigamos decir todo lo que podemos decir. Y eso está bien.
Que conduzcan las ganas, tú simplemente admira paisaje.
Descansar. Leí cien libros en 2021. Eso son muchísimos libros. Además, los iba anotando en un cuadernito, copiando las frases que me gustaban, apuntando qué no me convencía de cada uno, añadiendo ideas de cómo podía aplicar recursos a mis propios escritos.
Fue una experiencia genial, pero es normal que en 2022 no me apeteciera leer.
No puedes sembrar y sembrar y sembrar y sembrar sobre lo sembrado, es evidente, aunque se nos olvide. Descansar y esperar y recoger los frutos del trabajo que se ha hecho antes está bien y es necesario.
¿He leído poco este año? Sí.
¿He notado que leo de otra manera y que escribo de otra manera después de los cien libros de 2021? También.
En 2023, ha pasado bastante tiempo para echar ya otras semillas, yo creo. Así que igual que no tienes que forzar a la historia a ser lo que no es, tampoco tienes que forzarte a ti a hacer lo que no te nace.
Aquí recogiendo lo sembrao. Photo by Kateryna Hliznitsova on Unsplash
El proceso de aprendizaje es constante y no nos damos cuenta de ello, porque es intenso y silencioso y lento, hasta que de pronto te sorprendes.
Si no te apetece leer, no pasa nada.
Si no tienes ganas de escribir, ya las tendrás.
Si este no es el año en el que lees 12 libros sobre escritura, tal vez lo sea el año que viene, y siempre encontrarás otros caminos por los que seguir creciendo.
Si te ha gustado este post y quieres animarme a que este año sí me lea doce libros de escribir, me lo puedes decir en los comentarios (y dejarme recomendaciones, también)
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¡Y, como siempre, gracias por leer!
También voy fatal en esto, pero es más culpa suya que mía, porque saca siete libros cada vez que estornuda.
De los que soy absolutamente fan y con los que paso mis desayunos de café y lento despertar.
Voy a comisión con los story cubes, pero es que todas las veces que los hemos usado en las sesiones de Summer Tea me han salido micro relatos que me han encantado así que compradlos.