¿Cómo desenterramos una historia?
Reflexiones magicomísticas de escritura patrocinadas por la súperluna azul en piscis.
Por si os habéis olvidado durante las vacaciones, soy gran fan de Stephen King.
Y hace tiempo leí un libro suyo (el cual no mencionaré porque spoilers)1 en el que unos personajes tenían una conversación con él (sí, sí) sobre el acto de escribir. Obviamente Stevie estaba en un contexto de fantasía weird y dio una explicación mágica de lo que es la escritura. Pero ya sabes cómo son estas cosas, las mentiras que contamos los escritores siempre son un poco verdad en el fondo, y cuando el Stephen King personaje les contaba a Roland y Eddie que cuando escribía sentía que canalizaba algo que viene de otro sitio y que él solo teclea, también estaba un poco en lo cierto.
No es por ponernos místicos, pero ¿de dónde sacamos las ideas? A todas las personas que escribimos nos lo han preguntado alguna vez. Úrsula K. LeGuin decía: «Me las invento», y decía también que en realidad las historias nacen de una especie de compost de todo lo que somos como personas: lo que vivimos, lo que vemos, lo que leemos, lo que soñamos, un extraño mejunje del que nacen cosas. Yo, por ejemplo, cuando estaba en el curso de relato y me preguntaban eso, que de dónde había sacado la idea para escribir algo, decía, medio en broma, que siempre escribía en trance.
Pero es que escribir es bastante parecido a entrar en trance.
Te habrá pasado, espero.2 Lo llaman flow creativo, algunos, y es ese momento en el que tú (tú, mente pensante) desapareces y ya no estás ahí. Sólo tecleas. Así lo decía Ann Lamott en Bird by bird, y nos parece mágico y maravilloso cuando pasan esas cosas y la historia sale sola. O viene a nosotros, desde donde sea que nacen las historias. Cuando la traemos hasta aquí, letra por letra por letra.
No quiero desmitificarlo, lo cierto es que tal vez lo sea. Magia, digo. Una de esas cosas que suenan imposibles cuando intentas explicarlas. Cuando algo encaja en una historia, cuando la voz suena bien y verdadera, cuando los personajes hacen lo que quieren y te sorprenden y te iluminan el camino de verdad, parece que alguien te está contando un secreto.
Y a mí no me hace falta averiguar quién, siempre que me cuenten otro.
Las personas que escribimos somos entes inseguros, casi todos. No necesariamente inseguros con respecto a la escritura, pero a veces creo que vivimos con el miedo de que ya no nos pase más, esa magia, y quedarnos para siempre sin la conexión de algo que parece de otro mundo. Y por eso hacemos chistes a nuestra propia costa y decimos que odiamos escribir, en realidad, y que sangramos con cada palabra que ponemos en el word; por eso procrastinamos y llenamos cuadernos con datos sobre una historia que en realidad no nos ponemos a escribir porque, ¿y qué pasa si esta vez no la encuentro?
Decía Stephen King en otro libro suyo (sin spoilers, este es Mientras escribo) que escribir es como desenterrar un fósil. Tú estás tranquilamente pensando por los arenosos terrenos de tu imaginación cuando, así, de golpe, notas algo puntiagudo y resulta que es una idea, una historia. Y entonces tienes que sacarla.
Lo que hay ahí abajo, quién sabe lo que es. Podemos creernos que nos sabemos la forma de la historia y que en realidad sea mentira, y por eso hay que tener mucho cuidado al excavar. Ya sabes, escucharla y dejar que sea ella quien se cuente, sin interponernos. Eres la que teclea. De hecho, según Stephen King, interponerte e intentar imponerle una trama a esa idea es como desenterrar al fósil con una excavadora y un taladro de esos para hacer obras en Madrid3, puede que lo saques entero o puede que te lo cargues por el camino, así que tal vez no sea la mejor idea del mundo.
Escribiendo usamos nuestras mejores herramientas, con cuidado, para ir sacando eso que se encuentra en algún sitio sin que se nos haga pedazos por el camino. Es una teoría bonita, pero a veces podemos saltárnosla y creer que eso pues no nos va a pasar, a mí este fósil no se me rompe, sé perfectamente cómo es, ¡llevo años con la zona acordonada! Cuando empecé a intentar escribir #LosPrimos4 me pasó algo así. Pensé que podía cavar sin miramientos. Pensé, me viene bien que este libro tenga cinco partes. Pensé, supongo que está bien que cada parte tenga nueve capítulos. Pensé, y esto lo narra x y esto lo narra y, y para hacer transición entre capítulos puedo hacer esto.
Y no he sido capaz de escribir más allá del capítulo tres.
Lo he reflexionado bastante durante este verano, mientras me animaba a retomar una historia que realmente tengo muchas ganas de contar5, y he vuelto a practicar eso de ser la que teclea, y ya. No con esta novela (aún estoy intentando sintonizarla), con varios de los relatos en los que he estado trabajando en julio y agosto. Y hay algo muy satisfactorio en no saber adónde van las cosas, ponerse delante del papel en blanco y dejar que las palabras marquen el camino, una por una.
A veces sale bien y otras veces, regular, pero no pasa nada, porque escribir es descubrir.
Y una vez hayas traído hasta aquí aquello que viene de dónde sea que nacen las historias, entonces será momento de pulirlo y arreglarlo, y que nadie vea si se te resquebrajó un pata, mientras lo sacabas.
Ya lo dijo Taylor Swift: august slipped away like a bottle of wine, y estamos aquí otra vez. Aunque nos lo hayamos bebido así de rápido, han pasado muchas cosas estos días, así que vamos a hacer un recopilatirio rapidito de noticias.
Muy felizmente anuncio que me han seleccionado otro relato para la fantástica revista Pulporama. El número 4 se llama Todopunk y va de relatos de todo tipo en este subgénero. El mío, como fan de Stephen King y de la Torre Oscura que soy, es un cattlepunk (western post-apocalítpico + robots) y se titula La Roja, que no tiene nada que ver con la selección española de fútbol ni con el comunismo. Lo podréis leer pronto y mientras os recuerdo que también estuve en el número 3 de Terror rural y que podéis comprarlo en físico aquí, si os apetece.
¡Además! Otro relato mío saldrá publicado en breves en la revista Exogénesis. Echadle un ojo si os apetece.
Tercero, y no menos importante, habrá un relato mío más en el número 41 de Tentacle Pulp, que saldrá también pronto y del que ya os contaré más en breves.
Un día más, me despido diciéndote que me comentes si entras en trance al escribir ote alegra haber vuelto a recibir mis reflexiones misticomágicas en tu bandeja de entrada.
Ya sabes que también me harías muy feliz si te suscribes, así como quien se compra subrayadores para la vuelta al cole. No es que yo lo haga, sólo tengo 25.
Siéntete también libre de compartir este post, si te ha pillado septiembre de sopetón y estás disfrutando de este tiempo “fresco”, al contrario que yo y la comunidad lagarta.
Summer went away, ahora spooky season 🎃
Vale, era La Torre Oscura.
La verdad, es una sensación muy guay.
¡Abridme ya la línea 1, por favor!
¡No me rindo!
Mi obsesión veraniega con el true crime me ha llevado hasta casos que han reforzado mucho mis ganas de recalcar bien el mensaje de esta historia.